¿POR QUÉ LA VIDA ES TAN COMPLEJA Y DOLOROSA?
Podemos
encontrar múltiples respuestas a esta pregunta desde distintos campos del conocimiento. Yo te planteo una
explicación teológica que obtengo después de interpretar los textos San Juan de
la Cruz, religioso místico, co-fundador con Santa Teresa de Jesús de la orden
de los “carmelitas descalzos”
Al parecer, hay
dos circunstancias clave que pudieran explicar, por qué, experimentamos las
famosas resbaladillas de la vida que nos llevan de la bonanza a la carencia; de
la alegría a la tristeza, de la luz a la noche.
Una
situación se da porque al nacer, entramos al mundo con el alma en un estado
<puro> que nos tiene en franca comunicación con Dios. Conforme vamos
creciendo vamos soltando ese estado de pureza y nos vamos anclando a las
situaciones terrenales, a los vicios, los excesos, las cosas materiales, el
amor por el dinero, el ansia de poseer y de poder. Así nos alejamos de las
cosas espirituales; perdemos la inocencia y la capacidad de disfrutar todo lo
que hay en el mundo, perdiendo la capacidad de ser felices.
La segunda
situación clave se explica a través de la divina providencia. Desde que nacemos
vivimos cobijados por un tipo de asistencia divina que nos procura todo lo que
necesitamos, incluso antes de que lo pidamos, si bien esta es una gran muestra
de amor divino, también es una situación que nos impide crecer explotando todo
nuestro potencial.
Esto
significa que siempre llegaremos a un momento en la vida, donde habremos
expulsado casi todo valor espiritual en aras de beneficios materiales y
mundanos, lo que nos vuelve infelices. Esta situación demanda una purga
espiritual que nos limpie el alma y nos haga crecer, por ello Dios nos mete en lo
que San Juan de la Cruz llama “La noche”.
Así como en
ocasiones abusamos de nuestro cuerpo y nos damos un buen atracón de comida y
bebida, que rebasa nuestras capacidades, al grado de provocar que el cuerpo
proteste auto-purgándose para expulsar lo que nos está dañando para aliviarnos;
de la misma manera abusamos del espíritu, atracándonos de cosas que, en el exceso,
sobrecargan el alma, demandando una purga que nos alivie. Pues bien, “la noche” diría San Juan de la Cruz, es
la forma en la que Dios nos purga el alma
para expulsar todo lo que nos daña, nos aleja de él, nos rompe la comunicación
con el universo y nos bloquea la felicidad. Se nos purga para acercarnos a la
perfección que es el estado de la divina unión con él.
¿En qué consiste la Noche de San
Juan”?
Consiste en dos
tipos de purgas, una del sentido y otra del espíritu. En la primera nos retira
beneficios que obteníamos por divina providencia, es decir, se retiran
beneficios “del mundo” y en la segunda nos exprime el espíritu, se retiran
malos sentimientos, malos hábitos, malas ideas, malas emociones, anti-valores.
Las purgas, además se dan en ese orden, primero la purga de sentido, y de cosas mundanas porque genera condiciones
ideales para poder acceder después a la purga espiritual.
¿En qué consiste la noche o las
purgas del alma?
En la
primera purga, pone Dios el alma en vacío, en pobreza y desamparo para sacar
las cosas malas hasta dejarla vacía. Este proceso nos limpiará de apegos, hábitos
y aficiones imperfectos que adquirimos a lo largo de la vida, que por tenerlos
tan arraigados al alma, sufrimos un tormento interior que nos impide la
felicidad. El desamparo deja nuestro entendimiento libre para comprender la
verdad de la vida.
Mediante la
pobreza Dios nos hace crecer, nos separa un poco de la divina misericordia, Como dice San Juan de la Cruz, Dios nos
baja de sus brazos para que andemos por nuestro propio pie, para encontrar
cosas más grandes y sustanciales. Esto significa que entraremos en aprietos, en
un estado de pobreza, vacío y sequedad. Como andaremos solos por primera vez,
sentiremos que todo se nos ha vuelto al revés.
Obviamente,
la sensación es que Dios nos ha abandonado y que los bienes nunca volverán, con
el único fin, de hacernos notar que, de suyo, el hombre no puede obtener nada;
sólo Dios quita y da. Aquí se sufre además por no tener certeza sobre cómo
remediar esta pobreza y vacío de sentido. Y se suma otro dolor que emerge de la
memoria de las prosperidades pasadas.
¿Cuál es el sentido de esta pobreza y
vacío de sentido?
Esta purga nos
genera un tipo de dolor y desesperación que nos lleva a orar, a meditar, para
ganar fuerzas espirituales en Dios, deteniendo los apetitos que nos hacen sufrir.
Por eso, cuando más bonanza y prosperidad gozábamos, Dios nos oscurece
cerrándonos la puerta de lo que gozábamos todo el tiempo, gracias a la divina
providencia que nos socorría porque éramos débiles, diría San Juan de la Cruz.
Pero llega el momento de crecer, por eso, Dios nos baja de su pecho y nos deja
tan a oscuras que no sabemos a dónde ir, no sabemos qué más hacer, dejándonos
tan vacíos que empezamos a hallar el gusto en las cosas espirituales más que en
las cosas del mundo (materiales) donde nos deleitábamos.
¿Cómo sabemos que hemos entrado a la noche
o purga del alma?
Es preciso
anticipar algunos signos para no confundirnos, ya que, la pobreza y vacío de
sentido puede tener otro origen como la flojera, la tibieza, el mal humor o la enfermedad.
Sabremos que la sequedad viene de la purga del sentido a través de tres
señales.
La primera,
se reconoce porque no hallamos gusto ni consuelo en las cosas materiales y mundanas
que antes apetecíamos, ni aún pasado un periodo de tiempo, sin embargo, tampoco nos consolamos en las
cosas de Dios. Dios nos purga el apetito
(material del mundo) impidiendo que encontremos sabor en nada.
La segunda
señal consiste en una especie de tristeza, depresión y frustración, sintiendo que
tampoco complacemos a Dios. Lo externo
no nos llena y lo interno tampoco, sentimos que no vale la pena la vida,
sentimos el abandono de Dios. No se trata de un mal momento, sino de una
sequedad profunda.
Con la pobreza
y vacío del sentido, nos llega al alma un deseo y ganas de estar a solas y en
paz, porque es en este silencio y
quietud en la que Dios le habla al alma para hacerla espiritual, y así aparece
la tercera señal.
Aquí Dios ya
no se comunica con nosotros a través de las cosas del mundo exterior, sino a través
del espíritu. La tercera señal se reconoce porque perdemos el interés y el gozo
que nos daba el exceso, y empezamos a disfrutar de la sencillez y la humildad.
Es posible
que estas purgas, por fuertes que sean, duren algunos años, por eso Dios las
interpola con épocas de alivio, donde la pobreza nos deja de atacar por un
momento y nos da un periodo de paz y amor con abundancia, de otra manera no lo
resistiríamos, así que lo dosifica, para que, cuando volvamos a alimentar el
gusto por lo mundano y lo material, regresemos a cultivar lo espiritual.
La época de abundancia
puede ser tan prolongada que se llega a creer que la purga o pobreza terminó,
sin embargo, todo vuelve a cambiar porque de no ser así, volveríamos a amarrar
el alma a hábitos mundanos que nos impiden ver las impurezas que lastiman el
alma. Al retirarnos nuevamente la
abundancia, el alma vuelve a sentir aprieto para que aprenda a valorar.
Pasar por la
primera noche, resistirla, crecer y modificar conductas, es indicio de que el
alma se va curando, que la purga está funcionando y es antesala de la
abundancia que nos espera.
¿Cómo reaccionamos a la primera noche
o purga de sentido?
Hay quienes,
al sentir la sequedad y pobreza, creen que Dios los ha abandonado, se fatigan y
procuran apegarse a cosas mundanas, a vicios, a excesos, al consumismo, etc. Piensan
que, hacer lo que les place, es lo único que vale la pena en esta vida, creen
que eso les aliviará el vacío espiritual, es decir que, buscando aparentes
placeres para el espíritu lo pierden. De esta manera se estorban ellos mismos
de aprender, de avanzar, haciendo esfuerzos extra, que les impiden llegar al espacio
de silencio, de reflexión y voz interior.
Entrados en la noche, dirá “San Juan de la Cruz” lo conveniente es tener
paciencia, confiando en Dios que no abandona. El estilo de vida que habremos de
llevar durante la pobreza, es no pensar en lo que está pasando, ni explicarnos
por qué estamos viviendo esa situación, lo conveniente es dejar el alma en quietud
aunque se crea que no hacemos nada y perdemos el tiempo, solo habrá que tener
fe y paciencia esperando en la oración.
Si
pretendemos hacer algo por salir de la angustiosa noche, lo único que
lograremos será estorbar y perder los bienes que Dios debe imprimir a través de
la quietud. Igual que le sucedería a un pintor, cuyo modelo a pintar, se está
moviendo continuamente. Mientras más nos movamos en consecuencia, más
conciencia haremos de la pobreza que vivimos, haciendo que nos preocupe y duela
más.
Esta primera
noche nos apaga todos los gustos por lo material y mundano, así conseguimos
salir de las cosas que hemos venido criando, de los malos hábitos y caminar hacia
las cosas eternas.
¿Qué provechos causa la noche de
sentido en el alma?
1. Cuando
Dios nos cierra la llave de su providencia y nos deja en pobreza, nos nace en
el alma la voluntad de tratarlo con más prudencia y cortesía, como debería ser.
Quitándonos los gustos por lo mundano estamos listos para comprender y apreciar
la verdad de la vida. La riqueza de Dios
sólo puede escucharse desde la pobreza. Un extremo se conoce bien a través del
otro.
2. De esta
noche, Dios también nos saca humildad espiritual, contra la soberbia que nos
construimos en la prosperidad.
3. La
humildad nos trae otro provecho: el amor al prójimo, ya no lo juzgaremos con
tanta facilidad, como lo hacíamos cuando estábamos llenos de abundancia, antes
juzgábamos a partir de la miseria del otro, ahora tenemos enfrente también la
nuestra y eso nos modera. Nuestra miseria nos calla.
4. Dios nos
da también obediencia espiritual, la pobreza, nos vuelve tan miserables que nos
deja dispuestos a escuchar a otros y a dejarnos enseñar. Nos dejamos guiar
porque se nos ha retirado la presunción que construimos en la prosperidad.
5. En esta
noche también somos aliviados de la avaricia que nos llevaba a codiciar todo, a
tener por tener. Nos quita la codicia con templanza.
6. Nos
alivia también de la lujuria, pierden fuerza las pasiones y nos frena la
concupiscencia a través de sobriedad espiritual porque sin concupiscencia hay paz.
7. Otro
provecho es que nos deja memoria de Dios, si en la abundancia nos olvidábamos
de él, ahora no lo haremos más.
8. Además
ejercitamos la paciencia y el ánimo para
enfrentar adversidades. Se ejercita la caridad, la noche nos deja dispuestos a
ayudar, a servir a los demás. También alivia la ira, la envidia y la pereza. El
alma se vuelve dócil y deja de blasfemar contra Dios. Se vuelve suave con el
prójimo y sobretodo se volverá amable con nosotros mismos dejando de dañar
nuestra propia autoestima.
9. Con la
pobreza Dios nos libra de los 3 enemigos: mundo, carne y demonio porque apagando
el gusto por las cosas mundanas y materiales no tiene el demonio armas, ni
fuerzas contra el espíritu.
La purga del
alma suele ir acompañada de graves tentaciones, porque el mal intentará que claudiquemos,
o que renunciemos por el dolor y sufrimiento que se siente en la pobreza. El
que no es tentado ¿qué sabe? Y el que no es probado ¿cuáles son las cosas que
reconoce?
San Juan de
la Cruz advierte que, no todos pasamos por las mismas pobrezas, ni por las
mismas tentaciones ni con la misma intensidad, esto va medido por la voluntad
de Dios conforme a las imperfecciones que cada uno tiene que purgar, y la
intensidad la determina según el apego a lo material y a la fuerza con que
debemos ser marcados para no volver atrás.
LA SEGUNDA NOCHE, LA PURGA DEL
ESPÍRITU (primero
fue purificación y ahora unión con Dios)
En la
segunda noche se persiguen otro tipo de imperfecciones. Aquí pueden darse otro
tipo de peligros. La primera purga nos trajo vacío y pobreza que nos movió a rezar,
por tanto hay un natural acercamiento con Dios. El mal se aprovecha de esto y hace
a muchos, creer en visiones y profecías falsas, les hace creer que Dios y/o los
santos se comunican con ellos, llenándolos de soberbia y arrogancia, para que se
sientan tentados a presumir su falsa comunicación con Dios y a vanagloriarse.
Hará que aparezcan en actos públicos, que parezcan llenos de santidad, con lo
que se vuelven atrevidos a Dios. Este tipo de imperfecciones son más difíciles
de curar porque se tiene la fantasía de un espíritu íntimamente ligado a Dios.
También se
puede sentir tal abandono y soledad que no es posible hallar consuelo en
ninguna doctrina ni maestro espiritual, porque estamos tan inmersos en nuestras
miserias que sentimos que ellos no ven ni sienten lo mismo que nosotros. El
mismo desamparo y abandono sentiremos de todos los que nos rodean,
particularmente de los amigos.
La segunda
noche trata de unirnos a Dios por la fe. Gracias a la fe, nuestro entendimiento
deja de ser humano y se vuelve divino, ya no entendemos sólo por inteligencia o
por razón sino por sabiduría divina. Esta sabiduría es luz y oscuridad al mismo
tiempo. Igual que la luz del sol que, cuando se le mira de lleno, nos nubla la
vista porque la excede. Así también cuando la luz o sabiduría divina embiste el
alma, la pone en tinieblas porque la excede oscureciéndole la inteligencia para
que crezca la fe.
Antes de la
purga, la presencia de Dios no entraba porque el alma estaba llena de cosas banales,
no había espacio para él. Después de las purgas, el alma está vacía y tenemos tanto
espacio para llenarnos de él.
Llenos de
luz estamos listos para reconocer, entre las cosas que el mundo nos ofrece, aquellas
que nos hacen mal, es decir, actuaremos
con sabiduría, antes aceptábamos casi todo sin ningún tipo de tamiz.
Resta decir
que, la noche oscurece el espíritu y lo humilla para ensalzarle y levantarle
después, para que pueda gozar, gustar y valorar de todas las cosas terrenales y
espirituales. El espíritu estará puro otra vez, iluminado por la sabiduría de
Dios y listo para gozar de todas las cosas. Discriminar o separar el mundo en
grupos de cosas que valen la pena y cosas despreciables, nos impide darnos
cuenta, de que todo lo que hay en este mundo tiene algo que ofrecer, algo para
ser valorado. La capacidad de apreciarlo todo no es de carácter humano, es
divino, por ello, no lo logramos hasta que nos expulsan las aficiones humanas
mediante la purga del alma.
Aquel que ya
no juzga, no desprecia, no discrimina y tiene la cualidad de saborear, apreciar
y valorarlo todo, es un alma divina que ya encontró su unión con Dios.
Pasada la
noche y el alma purgada tendremos el corazón limpio “bienaventurados los de
corazón limpio”
Jorge Torres
Ríos
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