Renacer Espiritualmente: Creciendo a través de la Crisis


 

A través de una crisis personal como pueden ser: la pérdida del empleo, la enfermedad propia o de algún familiar o amigo, la separación temporal o permanente de alguien importante en nuestras vidas, atravesar un momento de angustia relacionado con un accidente natural o hecho delictivo, podemos en lugar de caernos, crecer y aumentar nuestros niveles de conciencia en el presente para logar renacer espiritualmente.

Cuando enfrentamos algún acontecimiento que nos saca de nuestra zona de confort, nos preguntamos por qué nos pasan estas cosas a nosotros, lloramos, nos deprimimos, nos angustiamos, quisiéramos regresar el tiempo a ese pasado donde nos sentíamos más seguros y estables, sin embargo, vivir en el pasado o aferrándonos a él, nos impide estar en el presente, no nos deja hacer conciencia de quiénes somos y para qué tenemos que vivir esta situación; ¿qué tenemos que aprender?; ¿qué tenemos que cambiar en ese estatus quo que traemos del pasado?.

Por naturaleza tendemos a evitar los conflictos emocionales, pues generalmente vienen acompañados de miedo, sin embargo, si queremos crecer y avanzar en nuestro desarrollo espiritual, este camino no puede ser monótono ni estable, donde nada cambia no hay transformación ni crecimiento, nuestro trayecto debe ser extraordinario.

Un acontecimiento difícil en la vida pero excepcional, que mueva los esquemas y los cimientos de quienes somos, que cuestione si realmente estamos viviendo a fondo, ocupando todas nuestras capacidades y si lo que tenemos alrededor es lo que realmente queremos y necesitamos  se puede convertir en una oportunidad, pues aunque en principio lo veamos como pérdida, puede convertirse en un buen motor para conectar nuestra vida externa con nuestro interior, hacer conciencia  de lo que estamos viviendo pero también de lo que queremos vivir. Estas experiencias nos permiten reencontrarnos con nuestra esencia, que hemos ido nublando con una serie de distractores con los que invadimos nuestras vidas. 

Para crecer espiritualmente es necesario que estemos conscientes aquí y ahora y reencontrar nuestro ser.

Las crisis espirituales nos bloquean temporalmente, nos dejan inmóviles, ciegos, ausentes, asustados; este estado es todo un reto y lo podemos experimentar en cualquier área de nuestra vida. Si no enfrentamos los cambios que se nos presentan y tratamos sólo de escapar, nos sumiremos en un estado de depresión y ansiedad en donde el miedo no nos dejará seguir adelante con nuestras vidas.

La finalidad de una crisis espiritual consiste en alcanzar un estado de calma, que nos permita una mirada a nuestro interior, que nos ayude a superar la ignorancia espiritual que bloquea nuestro progreso.

En lugar de pregustarnos ¿Por qué me está pasando esto a mí? Aprovechemos esta oportunidad para aceptar y cambiar aquellas viejas definiciones de nosotros mismos que vamos adquiriendo con el paso del tiempo y que nos van etiquetando como: el responsable, el bueno, el malo, el mártir, la víctima, el trabajador, el padre ejemplar, etc. Etiquetas con las que nos vamos identificando de manera consciente o inconsciente y que van marcando nuestro presente. 

La pérdida del rol habitual en el que uno vive nos obliga a dejar atrás un territorio conocido o familiar que nos puede generar inseguridades, angustia e incertidumbre. Sin embargo, este desequilibrio nos da la oportunidad de ver qué capacidades tenemos, quienes somos y si lo que estamos viendo nos gusta o no. Nos introduce en la conciencia de nuestro verdadero Ser. Esta creciente conexión con nuestro Yo más profundo nos ayudará durante las etapas más difíciles de nuestro renacer.

En este proceso de renacer, podemos experimentar una etapa de vacío, de miedo al dolor, pero es el momento de evaluar nuestra vida, de deshacernos de los roles y las etiquetas que nos marcan, de desterrar creencias y costumbres que nos afectan, que duelen y ya no nos sirven: relaciones abusivas, adicciones, historias de debilidad y miedo; obsesiones con el trabajo, dependencias insanas e incluso rechazo hacia nosotros mismos. Cuando nos enfrentamos con estos estados, es cuando nos encontramos con un abismo, pero también es el momento del cambio, de la regeneración, de renacer y llenar ese vació con lo que realmente somos.

El viaje interior también implica conocer y enfrentar nuestro lado obscuro: aquellas cualidades, comportamientos, motivaciones, ideas que tenemos ocultas y que nos cuesta trabajo incluso reconocer. La tarea de recorrer este viaje interior genera miedo pues tenemos que desprendernos de todo ese bagaje, debemos enfrentar la muerte del ego, de los apegos y aunque duela es un proceso esencial para poder resurgir de entre las cenizas como el ave fénix y volver al origen de nuestro ser, a esa esencia que nos permita vivir de manera más natural. El sufrimiento y la muerte se abren paso a través de las estructuras defensivas que forman nuestra personalidad y debemos enfrentarlos para poder renacer.

Cuando experimentamos la muerte del ego y el vacío que esto conlleva, aunque lo vivamos como un proceso muy difícil, también es un camino rico y lleno de vida que nos lleva a renovarnos. Aunque en el momento no lo podamos ver, no sepamos en qué nos convertiremos, estamos empezando a generar las semillas de nuestro nuevo Yo, se trata de reestructurar nuestra vida, nuestro ego, de alcanzar la plenitud mental y espiritual, se trata de permitir que nuestra voz interior nos guíe hacia nuestro nuevo ser.

Por último, renacemos, dejamos atrás el sufrimiento ahora construimos nuestra nueva identidad, ahora nos podemos reinventar por completo y añadir algo nuevo y mejor a nuestra esencia, a nuestro Yo, nos permite conocer realmente quienes somos; restablecer ese equilibrio natural entre el cuerpo, el alma, la mente y el espíritu que siempre ha existido dentro de nosotros.



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