El Ciclo de la Vida Familiar: Adaptación y Crecimiento
Una familia debe tener la capacidad de pasar progresivamente
de una etapa a otra, en este ciclo de desarrollo no puede permanecer estática
por más dolorosos que sean los cambios.
La familia comienza cuando el/la joven abandona el hogar paterno y sale en busca de una compañero/a para formar su propia familia, la familia paterna puede estar a favor de este desprendimiento o bien tratar de retrasar dicho proceso a etapas anteriores para quedarse en ellas, entonces tenemos adultos viviendo en casa de los padres o adultos que, aunque aparentemente ya formaron un nuevo hogar siguen en completa dependencia, si no económica, si emocional de los padres, principalmente de la madre.
Cuando el/la joven encuentra a la persona con quien quiere formar una nueva pareja, un nuevo hogar, implica que tendrá que limitar sus propias necesidades a favor de la nueva relación, tendrá que cambiar los mecanismos que le daban seguridad dentro del hogar paterno para formar un nuevo sistema de seguridad emocional con su compañero/a.
Al empezar a vivir en pareja
formamos un “contrato matrimonial” que puede ser verbal, cuando expresamos lo
que queremos o no verbal cuando, aunque tenemos expectativas claras sobre la
relación no las expresamos, e inconsciente cuando no tenemos claro lo que
esperamos de la relación y sin embargo se manifiesta a través de nuestras
conductas actitudes o ideas. Estos conceptos individuales conscientes o
inconscientes expresan lo que esperamos en cuanto a nuestras obligaciones y
beneficios que espera recibir del otro en esta nueva relación. El contrato nos va
a permitir estructurar tanto el nuevo matrimonio como la futura familia.
Es muy importante el grado de satisfacción y
complementariedad que se pueda alcanzar en las expectativas de cada uno de los
conyugues, sin embargo, es muy difícil tener un conocimiento completo tanto de
las expectativas como de este “contrato matrimonial” de nuestra pareja, por eso
es fundamental tratar de tener un entendimiento profundo de la persona con la
que vamos a compartir la vida.
La llegada de los hijos/as requiere de compartir tanto el
espacio físico como emocional de la pareja, esto implica una reestructura en la
relación, para evitar que la pareja se pierda en su nuevo rol de padres, se
debe compartir la responsabilidad para poder afianzar al nuevo integrante de la
familia.
La adaptación familiar cuando llegan los hijos/as abarca varias
áreas de la vida: la económica, la social, la de la pareja, la de la familia
extendida, la de las actividades recreativas y en algunos casos hasta
laborales.
Esta adaptación se incrementa cuando los hijos/as llegan a la
adolescencia teniendo los padres que tratar de entender los cambios por los que
atraviesan y al mismo tiempo ayudarlos a que integren una nueva personalidad.
Por último, viene la etapa del reencuentro, cuando las
actividades de crianza han terminado y los hijos abandonan en hogar paterno
para formar otra familia, para estudiar o trabajar o simplemente para
independizarse. Aun cuando esta etapa está plenamente justificada es igual de
dolorosa para ambas partes.
La pareja debe reestructurar sus actividades, sus tiempos,
sus nuevas capacidades afectivas, físicas y hasta laborales, pues habrá que
enfrentar la vejez, la jubilación, las enfermedades, la llegada de los nietos.
Es importante en esta etapa encontrar el camino de la renovación pues se corre
el peligro de caer fácilmente en la depresión y el vació.
La pareja debe retomar sus roles como compañeros que los
lleven a encontrar nuevos estímulos y nuevas ilusiones matrimoniales.
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