Las fechas especiales

 



¿Por qué nos gusta conmemorar todo lo que consideramos importante en la vida?

 A lo largo del año tenemos fechas importantes que son impuestas por la mercadotecnia, como el día del amor y la amistad, el día de la madre, el del padre; el día del niño; incluso en nuestro País sucede el día de los abuelos o de la familia. Estas fechas, además se caracterizan porque nos imponen comportamientos, el primero consiste en comprar regalos para la ocasión, el segundo, reunirse para comer, cenar o desayunar y celebrar una fecha impuesta a favor del consumo.

 La verdad es, que no necesitamos un día en especial para decirle a la pareja, a los padres o a los hijos que los amamos, y no tenemos que seguir estos rituales de festejo.

 Ocasiones de festejo existen de sobra, están las fechas que no escogemos pero que las celebramos como los cumpleaños que reúnen a los seres queridos y por ello suelen ser momentos muy especiales, al grado que, de no contar con la compañía de amigos y familia, el sentimiento de soledad puede sentirse magnificado.

 También están las fechas que nos da el calendario, como la navidad o el año nuevo cuya importancia debe radicar en el significando original y profundo que en realidad tienen en lugar de contaminarlas con los rituales de consumo desmedido y rituales familiares.

En el menú están también las fechas que, si escogemos, como los aniversarios de boda, las graduaciones que también cuentan con su alta dosis de festejo, ritual y felicidad pero que también dejan sentir la ausencia de personas importantes en nuestra vida.

 Y qué pasa cuando la “fecha especial” se vuelve triste porque alguien falta, una navidad sin los padres, la pareja o los hijos, que en el mejor de los casos simplemente se encuentra lejos o dramáticamente ya no se encuentra con nosotros.

 

No podemos soslayar las fechas que nos marcan para siempre, pues son el eterno memorial de una separación que probablemente no entendemos y nos recuerdan lo vulnerables que podemos ser, ante los sucesos que no controlamos, pero que se convierten en aniversarios del dolor. En ellos, nuestro comportamiento cambia, más bien, buscamos distraernos, esperando que el tiempo corra más rápido que de costumbre, y pronto, llegue el mañana.                                    



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