Que importante es tener la culpa


                                                                         

¿De quién es la culpa? ¿De quién es la responsabilidad?

 La respuesta habla mucho de nuestra madurez para enfrentar nuestras problemáticas y de nuestra capacidad para relacionarnos con los demás.

 Cuando estamos frente a una discusión, desacuerdo, accidente, olvido, error, etc. y éste, no se resuelve de la manera en que deseamos, nuestra reacción inmediata es buscar culpables, de hecho, ante la pregunta ¿quién tuvo la culpa? generalmente desplazamos la culpa a cualquier otro que no sea yo, y culpamos al destino, a los padres, al maestro, a la suerte incluso. Cualquiera es buen candidato antes que yo, pero ¿por qué reaccionamos así? Porque evadir la culpa y colocarla en alguien más nos permite colocarnos en el papel de víctima, con esto, estaremos en un estado pasivo y cómodo, a la espera de una disculpa del culpable.

Dentro de la psicología, es importante que no mandemos la culpa a otros y que la llamemos de regreso, cuando nos atañe, esto nos ayudará a encontrar nuestras responsabilidades y sobre todo nos convierte en dueños de la situación. La víctima espera que la solución llegue de otros. El que asume la culpa controla y descubre el poder de cambiar las cosas.

El acto de asumir nuestra responsabilidad nos coloca al frente de lo que pasa y nos permite reconocer que no lo controlamos todo, nos da la oportunidad de dejar que las cosas fluyan. Se trata de reconocer lo que podemos resolver y descubrir por qué y para qué suceden las cosas, aunque esto nos tome tiempo. Lo relevante está en tener la capacidad de desmenuzar los hechos, entender por qué sucedieron las cosas, por qué debían ser así y no de otra manera; cómo se conecta esto con mi presente para hacer consciencia de nuestra vida y hacer de cada suceso una experiencia de la cual podamos aprender.

 Hacer conciencia de cada suceso en nuestra vida, nos permite identificar cada pequeña decisión, que, al tomarla, nos puso en la situación en la que nos encontramos. Esta es la manera en que podemos aprender, crecer y madurar a través de todo lo que nos acontece. Cuando nos demos cuenta de que cada suceso es una oportunidad de aprender para crecer, estaremos dispuestos a sacarle provecho a todo lo que nos suceda, veremos con otra cara y con otro entusiasmo la vida. Hacer conciencia nos permitirá también, darnos cuenta, de que no podemos tener el control de todo; permitirá reconocer nuestras culpas, asumirlas y proponer soluciones creativas.

 Tener conciencia implica también, ser consciente de nuestras emociones, esto evitaría, por ejemplo, que, si vengo enojado, reaccione con violencia frente a una situación que no merecían esa violencia, es decir, debo hacer conciencia, desde mi interior, del estado en que me encuentro para enfrentar las situaciones. La capacidad de no involucrar emociones nos dará la objetividad y el equilibrio emocional necesario para enfrentar las problemáticas de la vida, en eso consiste la madurez. Una persona madura reconoce su culpa, la asume, propone soluciones y aprende de la situación, como verás, no es tan malo “tener la culpa”.

 No podemos ir por la vida culpando a los demás, como tampoco es sano culparnos por todo porque ambas posturas nos robarán la oportunidad de aprender y crecer.


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