Francisco, hasta el final: un adiós sencillo y humano

 


Funeral del Papa Francisco

Todos tenemos derecho a decidir qué pasará con nuestro cuerpo después de morir. El Papa Francisco lo demostró, en la reforma del Ordo Exsequiarum Romani Pontificis, realizada en noviembre de 2024, el Papa  introdujo cambios significativos en el protocolo funerario. Renunció a ser sepultado en la cripta de San Pedro, como fue costumbre con la mayoría de los pontífices, y expresó su deseo de descansar en la basílica de Santa María La Mayor, un lugar que siempre le fue significativo. Así, Francisco no solo marcó su pontificado con gestos de austeridad y cercanía, sino que también quiso que su último adiós reflejara esos mismos valores.

El rito de constatación de la muerte ya no se realizó en el dormitorio del Papa, como era tradición, sino en la capilla. También, el cuerpo ya no será colocado en un catafalco ni en los tres ataúdes tradicionales (ciprés, plomo y roble), sino directamente en un féretro de madera y zinc, donde permanecerá expuesto hasta el funeral, cercano al pueblo como siempre.

Testamento Espiritual:

En su testamento espiritual, redactado en Santa Marta el 29 de junio de 2022, Jorge Mario Bergoglio expresó: “Pido que se prepare mi tumba en el nicho de la nave lateral entre la Capilla Paulina (Capilla de la Salus Populi Romani) y la Capilla Sforza de la Basílica de Santa María la Mayor. La tumba debe estar en la tierra; sencilla, sin decoración particular y con la única inscripción: Franciscus".

El Santo Padre cree en la importancia de honrar la individualidad y los valores personales en el proceso de muerte y duelo. Reconoce que la muerte es una experiencia única para cada persona. Su deseo de un funeral sencillo y un entierro humilde refleja una visión de la muerte centrada en la dignidad y la esencia del ser, en lugar de la opulencia.

Momentos Importantes 

“Comenzamos este camino, obispo y pueblo”, fueron las primeras palabras pronunciadas desde el Balcón de la Bendición, avanzada la tarde del 13 de marzo de 2013, ante una multitud que desde hacía un mes abarrotaba la Plaza de San Pedro, bajo la atención mundial.

El 21 de abril, a las 7:35 de la mañana en su apartamento de la Casa Santa Marta, el Santo Padre falleció dejando atrás meses de enfermedad y sufrimiento.

Como siempre con ideas más humanas, sencillas y humildes se despidió Francisco después de darnos la última bendición Urbi et Orbi desde el balcón central de la Basílica de San Pedro en el marco del Domingo de Resurrección.

Durante doce años Jorge Bergoglio fue el primero en muchas cosas, el primer pontifice jesuita, el primer Papa latinoamericano, el primero en elegir el nombre de Francisco sin numeral, el primero en ser elegido con su predecesor aún vivo, el primero en residir fuera del Palacio Apostólico, el primero en visitar Irak y Córcega, y el primero en firmar una Declaración de Fraternidad con una de las principales autoridades islámicas. Dentro de la Iglesia, fue el primero en dotarse de un Consejo de Cardenales para gobernar; además, asignó funciones de responsabilidad a mujeres y laicos en la Curia; tambien, fue el primero en convocar un Sínodo con participación del Pueblo de Dios; así como, el primero en abolir el secreto pontificio para casos de abusos sexuales y en suprimir la pena de muerte del Catecismo. Su mensaje de inclusión, recordaba que la Iglesia es para todos y que el amor de Dios es incondicional, resonó con la esencia del Evangelio.

Su preocupación por las múltiples guerras que asolan el mundo fue constante. Repitió en más de 300 llamados, incluso cuando su voz flaqueaba, que "la guerra siempre es una derrota", especialmente al referirse a los conflictos en Ucrania y Palestina.


Un Papa del que, quizás, más que las muchas palabras y escritos, que nos dejó, se recordará una imagen: él, solo, cojeando, bajo la lluvia, en el silencio general del confinamiento roto por el sonido de fondo de una ambulancia, mientras cruzaba la Plaza de San Pedro en plena pandemia. Fue la Statio Orbis, el intenso momento de oración del 27 de marzo de 2020, con el mundo encerrado mirando pasar a un anciano que parecía llevar sobre sus hombros todo el peso de una tragedia que trastocó la vida y las costumbres cotidianas. La humanidad estaba angustiada, pero el Papa habló de esperanza, y de fraternidad: “Nos dimos cuenta de que estábamos en la misma barca, todos frágiles y desorientados, pero al mismo tiempo todos llamados a remar juntos”. Nos dio esperanza como líder espiritual en tiempos de crisis.

El Papa Francisco, a través de sus acciones y palabras, deja un legado de humanidad, cercanía y esperanza. Como católica el Papa Francisco nos trajo una visión esperanzadora, incluyente y sencilla de una Iglesia que necesita actualizarse.

Marcela Barrera



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