De la Tragedia al Crecimiento: Navegando el Proceso del Duelo

 


    Las pérdidas nos convierten en víctimas, somos sobrevivientes involuntarios de varias tragedias a lo largo de la vida, aunque no podemos escoger las pérdidas que vamos a enfrentar, si podemos decidir cómo vivir el duelo que generan, si lo vemos como un proceso activo que nos abre posibilidades, que pueda dejarnos un aprendizaje y nos permita crecer. Nos plantean desafíos de varios tipos, cabios sociales, económicos, familiares, laborales e incluso físicos. Afectan nuestras emociones, comportamientos, pensamientos e incluso la salud, la vida puede cambiar en un momento y no volver a ser igual, por eso es importante reconocer la realidad de la pérdida afrontando las limitaciones que nos impone, a partir del daño sufrido, de otra manera no lo podremos superar.

El Duelo en el Núcleo Familiar: Creando una Red de Apoyo

Darle contexto a la pérdida dentro del núcleo familiar, incluyendo incluso a los adultos mayores y a los niños, nos permitirá crear una red de apoyo mutuo. En la familia, se encuentran aquellos en los que debemos apoyarnos, sin embargo, ellos también sufren la misma pérdida y debemos entender y respetar su manera de enfrentar el duelo, tratando de encontrar una atmosfera que nos una y nos ayude a superar esta etapa.

Es importante ayudar a los que están en duelo por la pérdida significativa de un ser querido o una transición vital, para que expresen sus sentimientos y temores, sin apresurar su proceso, durante el primer año después de la pérdida el doliente intentará integrarse nuevamente al mundo.

La muerte de un ser querido, una enfermedad, un accidente, un divorcio o la pérdida del trabajo nos permiten ir aprendiendo de estas experiencias, obtenemos herramientas que nos dan la posibilidad de adaptarnos, de otra manera corremos el riesgo de aislarnos en un duelo complicado, comprometiendo nuestra estabilidad emocional.

Necesitamos abrirnos al dolor, hacer conciencia de nuestros sentimientos de tristeza y/o ansiedad, aceptarlos.  Por el contrario, negarlos solo nos puede estancar, haciéndolo más difícil. Hacer muchas actividades que nos distraigan para no sentir nada y avanzar rápido sin ver nuestro interior, solo alargará el proceso. Sin embargo, tampoco podemos estar siempre presentes en el dolor, sería muy angustiante, por eso es fundamental ir regresando paulatinamente a nuestras actividades diarias, así iremos desarrollando estrategias que nos permitan afrontar el nuevo entorno en el que ahora estamos. 

Las pérdidas nos llevan a revisar nuestro mundo de significados, después de una pérdida importante también cambian nuestras creencias y filosofía de vida. 

Solemos culparnos, sentirnos responsables por lo que pasó, creemos que lo podríamos haber evitado, cayendo así en una autocrítica depresiva que es más fácil de manejar que simplemente aceptar que no podemos tener el control sobre todo lo que nos pasa. Contrariamente podemos aprender de la pérdida, al hacer conciencia de la rapidez con la que cambia la vida, aceptando incluso nuestra propia finitud. 

Permitamos que la tragedia nos transforme, dejándonos tristes sí, pero más sabios, aprendiendo a dedicar más tiempo a las personas y las cosas que valen la pena.

Tenemos que reconstruir la relación con lo que perdimos, necesitamos construir un vínculo diferente con la persona que ya no está, cuando un ser querido muere, cambia nuestra manera de relacionarnos con él o ella, ya no está físicamente, pero está siempre presente en nuestros recuerdos, en las fechas importantes e incluso en las actividades que realizamos es su nombre. 

Así mismo después del divorcio podemos seguir teniendo una relación diferente con la expareja, sobre todo cuando hay hijos, debemos construir una relación sana.

Es importante reinventarnos a nosotros mismos, cuando perdemos a un ser significativo algo de nosotros también muere, construimos nuestra identidad alrededor de la relación con ese ser, así que debemos construir una nueva realidad, que encaje con nuestro nuevo rol al mismo tiempo que seguimos siendo parte del rol anterior. Tenemos que abrirnos a nuevas posibilidades desarrollando nuevas habilidades y relaciones, para adaptarnos a la nueva situación.

Gran parte de la elaboración del duelo tiene que ver la reafirmación de nuestras conexiones con los demás, destacando el poder terapéutico de contar nuestra propia historia, los sobrevivientes de eventos trágicos que pueden contar a otros sus experiencias presentan mejoras físicas y psicológicas, sin embargo, puede ser muy difícil para el oyente, debemos considerar sus fortalezas antes de compartir nuestros relatos.   

La cultura, la espiritualidad y el género van a determinar la forma en que elaboramos las pérdidas, por ejemplo, por lo general las mujeres son más sentimentales y los hombres más intelectuales al enfrentar el duelo, tratando de ser fuertes o involucrándose en muchas actividades que los distraigan evadiendo lo que sienten.


Estrategias para Adaptarse a la Pérdida: Un Proceso Activo

1.- Aprender de las pequeñas pérdidas. A lo largo de la vida las primeras pérdidas que enfrentamos nos preparan para adaptarnos a pérdidas más importantes.

2.- Tomarse tiempo para sentir. Encontrar momentos de tranquilidad, escribir en privado sobre nuestra experiencia y sentimientos puede mejorar nuestra sensación de alivio.

3.- Encontrar formas sanas de descargar el estrés: haciendo ejercicio, relajación, oración y/o meditación.

4.- Dar sentido a la pérdida. Al evitar nuestros sentimientos dolorosos les damos poder, cuando elaboramos una historia coherente con nuestra experiencia mejoramos nuestra perspectiva.

5.- Confiar en alguien. Encontrar a un familiar, amigo, religioso, terapeuta que nos escuche y nos permita expresar lo que estamos pasando.

6.- Dejar de lado la necesidad de controlar a los demás. Respetar la forma en que cada uno elabora su propio duelo.

7.- Ritualizar la pérdida de manera que tenga sentido. Hay muchas maneras de honrar a nuestros seres queridos. Un acto simbólico nos proporciona tranquilidad y nos ayuda a aceptar la pérdida, nos ayuda a dejar ir.

8.- No resistirse al cambio. Lo mejor es aceptar los cambios que trae la pérdida, así como la posibilidad de crecer con ella y reconocer en que forma nos ha debilitado, para desde ahí reconstruirnos y fortalecernos.

9.- Descubrir que nos deja la pérdida. Explorar nuevos proyectos enfocados a nuestras prioridades y resignificar nuestras relaciones con los que quedan.

10.- Retomar la espiritualidad. Revisar nuestras creencias culturales, religiosas y filosóficas, nos permitirá dar otro sentido a la vida y a la muerte. 

El proceso de duelo, aunque siempre es doloroso, no debe significar que tengamos que quedarnos estancados en los acontecimientos negativos que se presentan en la vida, si bien es cierto, que no los podemos controlar, si podemos decidir con qué actitud lo vamos a enfrentar y hacia donde reconstruirnos. 

                                                Marcela Barrera                     




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