¿SOMOS DESECHABLES?
Vivimos una época en la que la economía domina nuestras vidas. En donde mientras más cosas poseamos más importantes somos, además de tener el reconocimiento de los demás, todos queremos ser ricos, pues el dinero nos permite adquirir muchas cosas de las cuales nos rodeamos y nos distraen de las personas que tenemos a nuestro alrededor, empezando por nosotros mismos en donde nuestra felicidad depende de tener un nuevo auto, teléfono, ropa, tablets, etc. Nunca estamos satisfechos siempre queremos más y más, pues hay que tener presente que todo lo que tenemos pronto se volverá obsoleto. Poseer todas estas cosas nos genera una idea falsa de felicidad, la felicidad es un estado interno que depende del equilibrio emocional, una condición que deriva de la paz y la armonía, que generalmente se asocia con alcanzar alguna meta, tener un coche nuevo o el último modelo del teléfono se confunde con esta meta, nos sentimos satisfechos con tener cosas, sin importar si realmente las necesitamos, y nos olvidamos de este proceso en el que nos sentimos satisfechos, serenos y plenos, por lo que somos y no por lo que tenemos.
La felicidad se asocia con un estado de paz, que se ve alterado
cuando estamos preocupados por donde dejamos estacionado el coche, pues le
puede pasar algo, por si nuestro teléfono ya tiene algunos meses de uso, y no
tiene la mejor cámara o ya tiene algunos golpecitos y todavía no tenemos el nuevo modelo. Nos
dedicamos a cuidar nuestras posesiones materiales y nos olvidamos de nuestros
hijos, pareja o padres.
Tenemos
la misma visión de temporalidad limitada de las cosas, que muy pronto se
vuelven obsoletos o pasadas de moda, con las personas por eso, las amistades
basadas en algún interés, o tantos divorcios o parejas que prefieren no
comprometerse y vivir en "relaciones libres", o hijos que siempre son
cuidados por otras personas y no por sus papas.
Es
ilógica la cantidad de comida que se tira en el mundo, es comida descartable, y
la cantidad de personas que tienen hambre. Si somos capaces de crear armas de
destrucción masiva, de viajar al espacio o de rescatar un crucero hundido, como
no podemos diseñar un sistema para repartir ese alimento que les llegue a todos
aquellos que lo necesitan no importa si se encuentran en África o en México.
El
mundo empresarial nos califica y clasifica, de esta manera obtienen los puestos
los que son "más capaces", pues así se garantiza el buen
funcionamiento de la empresa y de la economía, pero qué pasa con aquellas
personas que aun teniendo muchas cualidades no son tomadas en cuenta por su
edad, género, grado de estudios, o ideologías pues son descartados.
Qué
pasa con los bebes, que no llegan a nacer, pues sus padres no están en
posibilidades de mantenerlos o no les conviene tener un hijo en ese momento de
sus vidas, pues son descartados.
Qué
pasa con los jóvenes que no tienen experiencia para conseguir un trabajo, pues
acaban de salir de la universidad, pues son descartados.
Qué
pasa con los ancianos que ya no son productivos, están enfermos, son necios y
conflictivos, pues son descartados.
Qué
pasa con los discapacitados, también son descartados, en aras de una economía
prospera a la que no se pueden integrar.
Vivimos
en una sociedad en la que como dice el
Papa Francisco estamos en "Una cultura de exclusión a todo aquel que no
esté en capacidad de producir según los términos que el liberalismo económico
exagerado a instaurado".
Como
estamos inmersos en esta ideología consumista, es necesario renovar
constantemente la computadora, el teléfono o el auto, y trabajamos para eso,
por ejemplo los aguinaldos, fruto de un año de trabajo muchas veces son
empleados justamente para satisfacer nuestra necesidad de actualizar los
objetos que nos rodean y no analizamos si lo que desechamos todavía sirve o lo
que es peor, si realmente necesitamos eso que tanto anhelamos.
Lo
más grave es cuando se generaliza esta ideología y la canalizamos hacia las
personas, seguramente sin conciencia de que lo hacemos, pues los niños
"están bien cuidados" con otras personas, los ancianos "están
mejor en un asilo", y nuestras parejas "disfrutan la libertad"
que les proporciona nuestra indiferencia. Estamos sustituyendo las relaciones
personales, por la posesión de bienes de consumo.
Cuando
tomamos conciencia es cuando los que somos descartados somos nosotros mismos,
en el trabajo, la familia o el núcleo social al que queremos pertenecer.
Si
nuestros esfuerzos, comportamientos e ideologías estuvieran regidos por la
integración, la afiliación y la armonía, así como el uso inteligente y medido
de los bienes materiales, seguramente no caeríamos en estas corrientes de
comportamiento que nos llevan a desechar constantemente cosas y lo que es peor
personas, de manera consciente o inconsciente y empezaríamos a centrar nuestra
atención en el ser humano y no en la economía, seria más fácil vivir en un
estado de equilibrio que nos genere una felicidad autentica.
La felicidad no puede estar en las cosas efímeras.
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