Del enojo y la cólera a la paz y tranquilidad
Cuando sentimos que la sangre empieza a circular, se
activan nuestras células y sentidos. Nos manifestamos en nuestro estado más primitivo,
sin considerar las buenas costumbres o las reglas de la sociedad sentimos ira. Sin embargo la sociedad nos enseña a controlar nuestros impulsos y enojos,
pues todos sabemos que somos "seres racionales".
Enfrentarnos a situaciones
indignantes, en donde hombres, mujeres, niños o ancianos son abusados, son
tratados indignamente, sin ningún respeto, explotados y manipulados por los más
fuertes, o poderosos nos llena de ira, y este estado nos permite reaccionar y
movilizarnos contra estos abusos.
Cuando los dirigentes de las naciones se empeñan en
comenzar una guerra, nos presentan al adversario casi como un demonio, y apelan
a nuestros sentimientos de enojo, ira e injusticia para justificar sus
acciones.
La única alternativa que tenemos en estos casos es
ejercer nuestra libertad y nuestra razón, siempre ligadas. Demonizar al enemigo
confunde y nos involucra en conflictos ájenos, en donde el enemigo es el que
piensa diferente a nosotros.
"El que domina su cólera, domina a su peor
enemigo". (Confucio)
Esta pasión arrebatadora, nos convierte en salvajes ante
cualquier estímulo. Pero realmente somos salvajes, y agredimos a los demás de
manera irracional, o simplemente la ira es una válvula de escape para nuestras
frustraciones. Cuántas veces sentimos que fue exagerada nuestra reacción ante
alguien que nos toca el claxon, o intenta meterse en la fila del banco. Y cuántas
veces es al revés y las personas nos agreden desde el auto, verbalmente o
aventando el vehículo sin importarles si nos golpean, o nos pinchan una llanta,
o nos gritan cuantas groserías se saben por algo que para nosotros no implica
ninguna gravedad, sin embargo estas personas se sienten invadidas y agredidas
de manera muy fuerte y reaccionan en consecuencia, porque realmente la
situación es muy grave, o simplemente canalizan, su enojo, frustración, e
impotencia con nosotros.
La ira tiene varios grados, puede ser una reacción que
nos indica que estamos vivos y reaccionamos en contra de las injusticias,
amenazas y abusos. O caemos en un estado de ceguera en donde no controlamos
nuestra agresión hacia los demás. Como siempre los excesos son malos. Pero un
poco de ira de vez en cuándo es necesaria. El que se revela, habla o grita
contra la injusticia, la pobreza, el abuso o la guerra es muy diferente al que
explota porque su comida estaba fría.
Sin embargo la ira nos puede llevar a actuar o bien nos
puede encerrar en el desequilibrio, y la falta de paz y tranquilidad.
La ira es fisiológica cuando se dispara la adrenalina,
psicológicamente es una reacción a algo
que te afecta, altera o causa daño, el problema es cuando la ira no es una
reacción sino una forma de vida, este estado puede ser incidente, es decir que
estemos frustrados, de mal humor siempre y que no lo notemos, pues ya se
convirtió en la constante de nuestros días.
Hay personas que intentan dominar nuestras acciones,
nuestros pensamientos y creencias y esta falta de libertad cuando la notamos
genera ira, sin embargo la ira en este caso es una reacción ante la idea de
sentir coartada nuestra libertad.
La reacción ante la violencia es la ira, cuando nos
agreden de manera personal, física, psicológica, patrimonial o familiar siempre
reaccionaremos con ira en esos escenarios. Sin embargo la adversidad hay que
combatirla con la paciencia y la perseverancia que nos lleve a controlar la
ira. La violencia siempre engendra violencia. En estos casos hay que pelear
contra nuestra propia ira, cuando solo nos representa agresión, sentimientos y
consecuencias negativas, confusión y sobre todo dejar de ejercer nuestra
libertad cegados por la ira, recurrir a la violencia no suele ser el mejor
camino.
El umbral de la ira puede ser muy alto y aguantamos, y
aguantamos como una olla exprés hasta que un día explotamos con consecuencias
muy fuertes llevándonos a una situación descontrolada que puede tener efectos
inesperados. O un umbral muy bajo donde a la menor preocupación nos sentimos
encolerizado reaccionando inmediatamente. En este caso sabemos que hay un
límite para nuestros gritos y enojos aun cuando éstos sean constantes.
También es muy importante estar conscientes, de cuando
descargamos la ira sobre nosotros mismos, con tendencias patológicas. Los
políticos en cambio utilizan la ira en un sentido social, cuando en su discurso
hablan de castigar a ciertos sectores como responsables de las fatalidades de
los demás.
El castigo nos permite vengarnos de aquellos que nos han
hecho daño. Sin embargo cuando se castiga sin ira, hablamos de equilibrio. No
debemos permitir que el castigo se convierta en venganza, debemos considerar
siempre su dimensión pedagógica y reformadora.
Lo contrario a la ira es la paciencia, que puede ser muy
constructiva, ya que aplaza una reacción violenta, hasta encontrar otras
alternativas de solución.
La paciencia nos ayuda a actuar con eficacia. Tener
paciencia implica un trabajo arduo, que debemos ejercitar y cultivar todos los
días.
Comentarios
Publicar un comentario