Enfermedad y Resiliencia: Encontrando Sentido en los Momentos Difíciles


Todos los seres humanos estamos hechos de luces y sombras, sobre todo cuando enfrentamos momentos difíciles como puede ser una enfermedad.

Somos una unidad biopsicosocial y trascendental, con un cuerpo físico que enferma, que siente dolor, esto se refleja en sentimientos, ideas, conductas y forma distinta de ver la vida y la muerte. La manera de enfrentar la enfermedad grave o no es totalmente personal.

La enfermedad según la Psiquiatría es causada por una modificación bioquímica o estructural real en un órgano o tejido, sin embargo, la psicología, presenta una noción más profunda, pues no considera al hombre, sólo como un conjunto de órganos y sus funciones sino como una persona, esto significa que, para la psicología, el cuerpo y sus manifestaciones (como la enfermedad) está íntimamente relacionados con las emociones y por lo tanto con la conducta de cada uno, la manera de entender la enfermedad no es sólo física, es holística, es decir psicosocial, espiritual y trascendental.

Entender la enfermedad en forma completa, adquiere relevancia porque, nos da otra visión, incluso la Constitución de la Organización Mundial de la Salud, define a la salud también de esta forma, la presenta como “un estado de completo bienestar físico, mental y social”.

De esta manera, cuando tenemos alguna alteración en la estructura o en el funcionamiento de algún órgano o parte del cuerpo, decimos que estamos enfermos pero, también un estado emocional crónico puede causar, en individuos predispuestos, un trastorno funcional y eventualmente una enfermedad orgánica o mental.

Cuando estamos enfermos, porque alguna parte de nuestro cuerpo no funciona bien, sufrimos diversos síntomas físicos, que van desde dolor, mareos, debilidad, cansancio hasta dificultad para respirar o realizar cualquier actividad biológica y funcional del cuerpo. Esto desequilibra nuestras emociones y sentimientos, nos sentimos vulnerables y con miedo.

Al estar enfermos, también sufrimos otro tipo de complicaciones como la disminución o incapacidad para satisfacer nuestras necesidades básicas, teniendo que depender de la asistencia de otra persona, que se convierte en un cuidador primario generalmente informal porque la mayoría de las veces es un familiar, cuando enfrentamos enfermedades crónicas, degenerativas o estamos al final de la vida y así se ve afectada tambien la autoestima.

Ante un diagnóstico grave o no, empieza la búsqueda de respuestas con otros profesionales, en libros, en internet, en consejos de seres queridos, en remedios naturales. Todo sirve ante la falta de esperanza y la incertidumbre que causa estar enfermos, perder el equilibrio, la tranquilidad y la vida como la conocíamos.Asi la enfermedad de alta gravedad, de larga recuperación o que genera discapacidad, produce estados emocionales como depresión, angustia, miedo y/o aislamiento social.

Atravesamos un duelo, perdemos la salud, la confianza, el equilibrio, físico, emocional incluso laboral o familiar. Pasaremos por confusión, enojo, negociaremos con los médicos o con Dios. Perdemos la esperanza, la recuperamos, entendemos que la vida cambia, que tarde o temprano teníamos que atravesar una enfermedad y que probablemente nos llevará a la muerte. La perspectiva de la vida, las relaciones sentimentales, las cosas que son importantes cambian. El tiempo corre de manera diferente. Finalmente aceptamos lo que nos está pasando. Y la enfermedad propia o cercana pasa a ocupar el foco de atención en la vida.

Además, cuando estamos enfermos se suma la deshumanización que existe en el trato al enfermo por parte del personal médico, el alto costo económico que significa una enfermedad, el tener que tomar decisiones difíciles sobre la vida propia o la de nuestros seres queridos. Con esto, padecer una enfermedad, grave o no, se convierte en un verdadero desequilibrio personal y emocional.

También se debe reconocer que, para restaurar la salud existen muchas opciones y avances médicos que permiten enfrentar la enfermedad, principalmente del cuerpo, pero ¿qué pasa cuando la enfermedad es del alma?, cuando la soledad, el abandono, la falta de motivación, la rutina o el estrés van depredando la vitalidad, la capacidad de enfrentar problemas, derrotando la oportunidad de disfrutar de la vida. O simplemente tenemos un problema de salud mental, o una neurodiversidad que además tienen una carga estigmática muy fuerte.

No somos culpables de nuestras enfermedades, aunque podemos prevenirlas, la enfermedad puede ser consecuencia de una vida de excesos, sin embargo, la verdad es que, la enfermedad es parte de la vida, por tanto, también debe entenderse como una prueba, como oportunidad para crecer, para aprender a disfrutar del tiempo, del espacio, de las personas que queremos. Pasar por una enfermedad, debería ser también un impulso que nos mueva a cumplir nuestros sueños y así, poderle dar alivio a nuestro espíritu frente a la dificultad física.

En la historia de la humanidad, son múltiples los casos de personas que, a través de la enfermedad obtuvieron otra perspectiva de la vida, aprendiendo a disfrutar lo que, si tienen y el tiempo poco a mucho que les queda.

Se vale sentirse mal, preocupado, asustado o vulnerable cuando nos enfermamos. No es fácil aceptar que la vida es frágil que puede cambiar en un instante. Y que nos guste o no tendrá un final, aunque no estemos acostumbrados a tocar el tema, enfrentarlo de pronto es difícil, pero puede ser un punto de partida para aprender a disfrutar la vida que nos queda y superando lo que sea superable y aceptando lo que no. Vivir hasta el último momento.

La enfermedad puede además de significar desequilibrio también puede ser trascendental y ayudarnps a encontar p sentido a la vida.

La enfermedad nos recuerda la falta de control que tenemos, la fragilidad y la vulnerabilidad, pero también nos amplia la consciencia de vida y por que no la de la presencia de la muerte.

La enfermedad es vulnerabilidad, miedo, angustia, no es cuestión de “echarle ganas”, pero si es responsabilidad, es hacernos consientes de que la calidad de vida depende de que el enfermo se responsabilice de su enfermedad, sus tratamientos y su bienestar. Atravesar una enfermedad acompañado es más fácil pero la responsabilidad sobre la enfermedad sigue siendo personal.

Recursos Terapéuticos.

Gratitud e integridad: Nos recuperar partes de nosotros, perdidas siempre tratando de agradar a los demás, nos convertimos en personas integras y hacemos lo que es valioso para nosotros, cuando nos sentimos vulnerables.

Círculos curativos: Son grupos de personas que comparten una enfermedad y que, al sentarse juntas, expresan un mundo espiritual, apoyo, solidaridad y consuelo para resistir y transitar el proceso.

El organismo reacciona para seguir vivos ante un relato curativo, que nos aporta sentido, esperanza.

Conexiones espirituales, durante la enfermedad, ésta vulnera nuestro espíritu y necesitamos el apoyo espiritual de los demás, cariño y empatía.

La oración, rezamos cuando nos sentimos amenazados, para fortalecer nuestra capacidad de resistencia, buscamos un vínculo con Dios, o con aquel o aquello en lo que creas, a través del poder curativo de la oración o la meditación, cualquiera que sea nuestra creencia, la espiritualidad es un pilar muy importante durante la enfermedad.

Rituales: Acciones con un sentido simbólico, en donde la divinidad se hace presente para dar soporte psicológico y espiritual en la evolución y tratamiento de la enfermedad.

Ayudar al prójimo: El dolor y sufrimiento que genera una enfermedad, propia o agena se convierten en compasión hacia los demás, volcándonos en mitigar el dolor ajeno, nos deja alivio espiritual.

Ante las adversidades de la vida, lo más conveniente es concentrarnos en respirar, dar espacio y tiempo para asimilar lo que estamos atravesando y si nos es posible convertir la enfermedad en crecimiento espiritual y vivir plenamente cada momento. 

Marcela Barrera



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