No estás sólo, grupos de apoyo para personas en duelo

 



 

Hoy somos más conscientes de la potencialidad de los grupos de apoyo para ayudarse en diferentes situaciones que generan sufrimiento: el diagnóstico de una enfermedad, la muerte violenta de un familiar, el duelo por la pérdida de un hijo nonato, son algunos ejemplos de situaciones que unen a las personas que comparten el mismo tipo de dolor y que se quieren acompañar mutuamente, pues conocen profundamente este sufrimiento.

 

El objetivo de estos grupos es acompañar a través de la escucha, acompañar al que narra su vida y su sufrimiento tiene un valor terapéutico para ambas partes, pone orden al desorden y perspectiva a la situación que se atraviesa, le da sentido.

 

En este espacio de encuentro se comparten sentimientos, pensamientos y experiencias que generan esperanza. Al contarlo el doliente adquiere control sobre el suceso al tiempo que se normaliza e identifica con sus pares que reflejan otras caras del mismo sufrimiento.

 

Son creados tanto por profesionales de la salud como por personas que han sufrido una desgracia, son una hermosa expresión de solidaridad, de humanidad, de empatía y sensibilidad ante el dolor del otro.

 

 Un esfuerzo porque el dolor propio no sea infecundo, buscan superar el dolor a través de la ayuda a los demás. Esta ayuda mutua está destinada a ofrecer apoyo a cuantos viven experiencias de fragilidad y sufrimiento similares. Se genera un clima de acogida a los dolientes, los anima a expresar sus sentimientos creando un sentido de pertenencia, generando nuevos puntos de vista, nuevos conocimientos y formas de afrontamiento.

 

Un grupo de padres que tienen un hijo con cáncer, o de viudas, de pacientes con leucemia, se convierten en un patrimonio de historias y de humanidad que permite descubrir que el dolor no es para siempre o que tendremos la oportunidad de decidir como queremos enfrentar ese sufrimiento, contando con la presencia del otro, al compartir el dolor se va curando, sanando, encontramos en nosotros herramientas de afrontamiento.

 

Al narrar lo que estamos viviendo podemos liberar el dolor, sentimientos, pensamientos, lágrimas, recuerdos, silencios, se abren puertas, se prenden luces y se crea esperanza.

 

Estos grupos funcionan cuando se centran en la persona y no en el sufrimiento o el tipo de pérdida. Cada participante se siente aceptado, acogido, escuchado, comprendido, respetado.

 

La Organización Mundial de la Salud (OMS) incluye a los grupos de ayuda entre “las medidas adoptadas por no profesionales para promover o recuperar la salud de una determinada comunidad”.

 

 La ayuda mutua también comprende redes de apoyo compuestas por personas con el mismo problema, que a través de la interacción ofrecen apoyo y aprenden unos de otras estrategias constructivas para responder a las diferentes crisis de la vida.

 

 El doliente al compartir alivia su soledad, obtiene fuerza en el grupo, sentido de pertenencia y comunión. NO ESTÁ SOLO O SOLA.

 

 Un grupo de apoyo se puede convertir en una segunda familia, de personas que cuando nos dicen: yo sé por lo que estás pasando, es cierto, personas que recorren el mismo camino y cuyas enseñanzas, virtudes, recursos y experiencias ayudan a caminar a los otros. Sin embargo, no es siempre fácil abrirse a narrar nuestros más íntimos dolores, ni a buscar ayuda en estos grupos.

 

Los grupos ayudan a retomar el control sobre la vida y las propias potencialidades de la mano de personas que entienden a la perfección lo que estamos atravesando. Claro que se requiere estar en condiciones de recorrer este camino y sanar en compañía del otro que también sufre.

 

El grupo es un camino para recorrer no un estado permanente en donde estancarnos, su objetivo es ayudar a los dolientes a regresar a la normalidad, moldeados por el sufrimiento y reestructurados desde la sabiduría que les dejó. Los momentos compartidos ayudan a sanar, reconstruirse, avanzar, crecer, a hacer catarsis para encontrar esperanza.

Los grupos de ayuda pueden ser:

  • Homogéneos formado por personas que atraviesan el mismo tipo de duelo, están unidos por el mismo tipo de perdida, aunque cada uno la viva de manera personal e individual. Por ejemplo, un grupo de padres que perdió a su hijo por suicidio.

 

  • Heterogéneos formados por personas que experimentaron distintos tipos de pérdidas, aquí se corre el riesgo de comparar un duelo con el otro o de que se revitalice el duelo de algún participante, sin embargo, hay lugares donde no se pueden integrar personas que sólo vivan un tipo particular de duelo. Por ejemplo, un grupo en donde lo integren pacientes con cáncer, familiares de personas con esclerosis múltiple, viudas o padres que perdieron a su hijo por un accidente.

Existen dos modalidades de grupo:

  • De itinerario estructurado: Tienen una estructura simple y eficaz. Se establecen días, horas y temas específicos a tratar que se determinan con anticipación, el moderador acompaña al grupo durante un año con reuniones quincenales. Se incluyen ejercicios: didácticos, de introspección personal, se comparte en pequeños grupos y se presenta al grupo completo.

 

  • De Itinerario abierto y continuador, aquí la metodología se adapta cada vez a las necesidades de quienes asisten al grupo y se abre a la llegada de distintos miembros. Los encuentros pueden ser semanales o quincenales, de una o dos horas y requiere tener más disponibilidad de tiempo y de competencias por parte del facilitador pues se tiene que adaptar a la dinámica que surja en cada sesión. Se regulan las prácticas de interacción y empatía profundizando en los temas, estimulan la participación y la reflexión.

 
En conclusión, la introspección, autorreflexión y la expresión o narración de uno mismo, el aprender de los demás y la capacidad de ver las cosas de otro modo ayudan en la superación del duelo. Compartir el dolor es restaurador y muy humano.

 

 

 
                                                                                                                                              


 



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