Experiencia ante la muerte y el Covid-19




La muerte como fenómeno biopsicosocial espiritual es natural y nos va a tocar a todos. Directa o indirectamente ante la muerte de nuestros seres queridos, tarde o temprano en la vida toda familia enfrenta un proceso de duelo.

Philippe Ariès nos dice que en muchas culturas la muerte es un Tabú, destacando a la “muerte salvaje” como aquella que se presenta dentro de un hospital, tratando de prolongar la vida, medicalizada, deshumanizada y en soledad. Este escenario es el que hemos vivido en los primeros meses de esta pandemia.

Esta crisis mundial nos pone en la mesa la necesidad de hablar de la muerte, ante la fragilidad humana, nos obliga a pensar cómo queremos morir, aislados en un hospital, conectados a un respirador, lejos de nuestros seres queridos, pero con la posibilidad, aunque sea mínima de curarnos o en casa, sin acceso a mecanismos médicos que podrían o no salvarnos la vida. Ante esta crisis muchos países no tuvieron la capacidad hospitalaria ni funeraria para enfrentar esta pandemia obligándonos a hacer consciencia de nuestra propia finitud.

Es importante hacer un abordaje adecuado según la etapa de la infección hasta donde aplicar acciones terapéuticas y a partir de cuando Cuidados paliativos, aunque lo correcto sería dar estos cuidados desde el momento del diagnóstico, pero tampoco se cuenta con la capacidad médica para atender a tantas personas, esta decisión depende de la evaluación que realice el equipo multidisciplinario y de la Voluntad Anticipada si es que la hay o los deseos expresados a familiares de ser intubado o no.

 Los quipos de salud no estaban preparados para enfrentar la muerte en gran escala,  vieron afectada su salud mental sufriendo fatiga por compasión o burnout, tuvieron que convertirse en la mano que sostiene al paciente entubado y aislado de su familia, en el medio de comunicación a través de llamadas, videos o mensajes que permitiera al enfermo despedirse de su familia, han aprendido a dar un apoyo tanatológico a sus pacientes acompañándolos en muchos casos en sus últimas horas de vida, por esto es muy importante atender los efectos psicosociales que enfrenta el personal de salud de primera línea.

Ante el COVID todos estamos en riesgo de contagiarnos, complicarnos y morir. Nos ha obligado a ver la muerte de cerca y como sociedad estamos en duelo ante la emergencia sanitaria.

Un duelo es una reacción emocional y de comportamiento que se manifiesta en forma de sufrimiento y aflicción emocional cuando un vínculo afectivo se rompe. Al inicio vivimos un estado de shock intenso, insensibilidad o exaltación, rechazo, incredulidad o negación, en esta etapa los ritos de despedida son muy importantes para la elaboración del duelo, sin embargo, el COVID nos ha privado de estos rituales. De esta manera nos ha enfrentado a la muerte súbita y a un duelo complicado, que es difícil de procesar porque no se pueden anticipar los acontecimientos, quedan asuntos pendientes cuando no tenemos posibilidades de despedirnos de nuestro ser querido, generando un gran impacto emocional. Además, en una familia pueden fallecer varias personas (duelos múltiples), también hay culpa por ser el que se contagió primero, quedarán muchos niños huérfanos. La pérdida ocurre con rapidez, dejando confusión e incertidumbre.

Los cambios en los rituales funerarios durante la emergencia: no hay velorios ahora se transmiten por internet algunos momentos de la ceremonia, no hay la posibilidad de despedidas y tampoco de dar el apoyo que necesita la familia. Se puede escribir una carta colectiva, recolectar fotos y videos en recuerdo al fallecido, hacer una esquela en las redes sociales, así como pequeños homenajes. Sin embrago, muy probablemente empezar el duelo desde esta perspectiva dificultará su resolución.

Posteriormente la imagen del fallecido va a ocupar siempre la mente del doliente, alternando estos recuerdos dolorosos con la reorganización de la vida diaria, se presenta un estado depresivo que afecta la visión personal, la del mundo y la del futuro generando soledad y aislamiento.

Finalmente llega un periodo de adaptación, aprendemos a vivir sin la presencia física de nuestros seres queridos, estableciendo una relación diferente con ellos y recuperando nuestra capacidad de seguir viviendo.

El COVID también nos llevó a sufrir ataques de ansiedad ante la incertidumbre que enfrentamos con la pandemia, lo amenazante, incontrolable e impredecible de la enfermedad, presentando síntomas fisiológicos, emocionales, cognitivos y conductuales ante el confinamiento, el miedo a la enfermedad, la pérdida de trabajo o de la vida misma.

Así esta pandemia vino a impactar drásticamente nuestra realidad, a demostrarnos que no estábamos preparados, perdimos la vida que teníamos antes. Sin embargo, la pandemia nos ha dejado un aprendizaje, nos enseñó a cuidarnos a nosotros mismos y a los demás, a tener conciencia de la presencia constante de la muerte y que tenemos que verla desde una perspectiva más natural y humana, aprendimos también a acompañar al que sufre, pero sobre todo a valorar la vida, a afirmar y reconstruir el mundo personal viviendo de manera consciente.

                        




Comentarios

Entradas populares