EL CAMINO DE LA VERDAD


                                                                              


Vivimos en un mundo donde es complicado decir la verdad y aunque la sociedad “dice” valorarla, la realidad es que, cuando ponemos la verdad de frente y ésta nos incomoda por alguna razón, entonces nos califican de groseros, nos critican y hasta nos rechazan, por decir las cosas como son.

La mentira nos rodea desde el gobierno que sólo nos dice lo que él quiere y en las formas que más le conviene que nos enteremos. Los políticos que en la mayoría de los casos, con el deseo de ganar nos dicen y prometen cosas que evidentemente no van a cumplir porque atrás de la promesa está la fantasía y no la verdad.

También hay familias que viven y crecen en la mentira, donde la verdad se oculta, se evita y en el mejor de los casos se maquilla, haciendo de este comportamiento un hábito que se hereda de generación en generación.

La mentira adquiere distintas formas que van desde tergiversar las cosas hasta quedarnos callados para ocultar la verdad, pues nos guste o no, callarse una realidad es otra forma de mentir.

Pero, qué sucede cuando nos alejamos de la verdad más que por la intención deliberada de mentir, porque tenemos mala información o porque nosotros no hicimos una interpretación correcta de la realidad ¿también se califica como mentira?. Yo creo que cada uno es responsable de lo que dice, pero no puede ser responsable de lo que interpretaron los demás, y no por evadir la responsabilidad, sino porque ese tipo de control nos rebasa.

Cuando decimos una mentira caemos en una espiral, que nos lleva a otra más grande, y ésta a otra aún mayor hasta que quedamos atrapados quedando muy lejos ya, de la verdad.

¿La verdad simplemente depende de la forma en que entendemos las cosas? O ¿la verdad es siempre un hecho irrefutable, libre de explicaciones? Yo creo que, sin importar en qué circunstancia estemos, siempre es importante decir la verdad y ser honestos, primero, con nosotros mismos, para poder serlo, después con los demás.

Cuando alguien nos miente, nos sentimos defraudados y lastimados, en ocasione porque hemos permitido que nos mientan y no enfrentamos al mentiroso exigiéndole la verdad que nos merecemos. Esto es aún peor cuando nos mentimos a nosotros mismos y se complica más cuando además, nos creemos las propias mentiras.

Gran parte del problema radica en que tenemos la mala creencia de que, si maquillamos la verdad para no incomodar ni molestar a nadie estaremos haciendo un bien, pero yo creo, que no somos más amables o más educados o más políticos por actuar de esa manera, y sí, en algún momento terminaremos haciendo una daño mayor a quien quisimos proteger maquillando la verdad.

Lo ideal es que no debiera haber ninguna razón tan poderosa que nos atemorice y nos impida ocupar el lugar de la verdad. “La verdad y todo lo que es verdadero constituye un gran bien al que nosotros debemos tender con amor y alegría” (Juan Pablo II)

“La honestidad y la franqueza te hacen vulnerable, sé honesto y franco de todos modos” (Madre Teresa)

“En ninguna manera hable palabras que no vayan limpias” (San Juan de la Cruz)

 

Vivir desde la honestidad será más simple, la mentira enreda y complica todo, y tarde o temprano sale a la luz.


Comentarios

  1. Lindo mensaje Marce, soy partidaria de la verdad siempre, me deja el alma con mucha paz

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  2. Así es Gaby, yo también creo que debemos ejercer la verdad siempre, aunque no todo el mundo lo entiende.

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